Me gusta buscarte entre la gente, sobre todo cuando hace
frío.
Cuando hace frío, todo es más cálido, o al menos a mí me lo
parece. Y es entonces cuando me empeño en reconocerte en cualquier gesto o
aroma que me traiga el viento al cruzarme con cualquier desconocido.
Te busco y me parece
encontrarte. En esa mueca, en esa sonrisa esbozada. En esa mirada profunda que
llega a rincones que no conocía y que acabo descubriendo.
Y de repente te pierdo, con esa nueva corriente de aire que
llega sin previo aviso llevándose todo lo que me quedaba de ti. Y cierro los
ojos fuerte, muy fuerte. Esperando volver a olerte, volver a sentirte. Y
suspiro en silencio, derrotada por la evidencia y sólo se me ocurre gritarle al
viento: “ojalá fuera cierto”.