9 de octubre de 2009

¿Y QUIÉN DIJO...?




¿Quién no lo ha sentido alguna vez?


Sí, sí. Me refiero justo a eso que hace que te quedes paralizado. Eso que te pone los pelos de punta. Que te provoca sudor frío. Que hace que cuestiones lo incuestionable. Que hace que tu vida se vuelva un fundido a blanco. Cuando tus piezas no encajan. Cuando te pierdes en el sinsentido. Cuando te cuesta respirar. Que sustituye el "ahora" por el "quizás luego". Que pesa. Que duele. Que quema. Que angustia. Cuando sientas que no puedes más, que estás cansado antes de empezar, que no te atreves, que prefieres prevenir que curar.... CUIDADO. Es él... está llamando a tu puerta. Y cuando llama, amenaza con quedarse. Con atarte a él, con ser tu compañero de por vida. Ábrele la puerta lo justo para poder mirarle a la cara y reconocerlo. Miralo bien, identificalo. Y sobretodo, que él te mire a ti. Sólo así puedes enfrentarte a tus enemigos. De cara. Después, ciérrala. Pero ciérrala para siempre. Porque si te acostumbras a dejar pasar a extraños, lo más normal, es que al final se quieran quedarse. ¿Cuántas veces te lo habrán dicho tus padres? Aunque insista, no abras. Sólo así podrás ser dueño de tu vida, tomar tus propias decisiones y ARRIESGARTE. Mójate, inténtalo, prueba, saborea, toca, huele... y lo más importante: EQUIVOCATE. Sólo equivocándote algún día ACERTARÁS.


Entonces... ¿quién dijo MIEDO?