9 de diciembre de 2010

CRECER ES PERDER


Cuando era pequeña y tenía miedo, solía meterme debajo de una manta y taparme completamente. Y una vez dentro, me gustaba comprobar que ninguna parte del cuerpo salía de la manta. Pies, brazos, nariz y frente. Todo bien tapado. Parecía que ahí abajo nada podía afectarme. Nada ni nadie podía entrar en ese pequeño mundo que acababa de crear.
Pero luego creces. Un día, de repente y sin previo aviso, has crecido. Y todas aquellas artimañas que te ingeniabas para huir de lo que te asustaba, molestaba o dolía, ya no tiene ningún sentido.
Todo parece más complicado. De hecho somos las personas las que nos volvemos más complicadas. Y lo que antes se solucionaba con un simple "volvemos a ser amigos?" ahora ya no es tan sencillo. De repente aparece algo que hasta entonces desconocías, llamado silencio. Y es raro. Pesa y hasta a ratos molesta. Cuando eres pequeño todo lo que te rodea es ruido, bullicio, gente, risas, juegos... Pero a medida que pasa el tiempo todo esto se sustituye por deberes, obligaciones y prisa. El reloj es tu mejor (o peor) aliado, ya que todo está milimetrado por él. ¿Recordáis a qué edad tuvisteis el primer reloj? Yo tuve el primero cuando tenía unos 7 años. Era un Flick-Flack de color rosa que mis padres me compraron en Andorra. Y por supuesto no fue por necesidad, sino por la ilusión que me hacía poder cantar las horas con ese reloj en mi muñeca. Parece mentira, porque por aquel entonces lo llevaba como un trofeo, como algo super importante que tenía que lucir como nadie. ¡Era mi primer reloj! Y ahora, no recuerdo la última vez que salí a la calle sin reloj.
El tiempo... el tiempo parece haberse propuesto ir más rápido a medida que pasan los años. Es increíble lo lentos que pasaban los días cuando estabas en el colegio, o en esas larguísimas tardes de verano en la piscina, en la playa, o tomando un helado. Parece que el universo se haya doblado sobre sí mismo y contínuamente se pase la misma película. Verano, primavera, otoño, invierno,verano,primavera,otoño,invierno, veranoprimaveraotoñoinvierno. Cada vez más rápido, a un ritmo casi vertiginoso.
Y entre tanta prisa, todos sacamos el tiempo de donde queremos o de donde buenamente podemos. Y eso implica elegir. Elegir cómo, cuando, dónde y con quién vas a invertir ese tiempo, que dicen que es oro, y que en breves instantes será pasado. Y esta no es una elección cualquiera como elegir qué ropa vas a ponerte o qué vas a preparar para comer. Significa cómo vas a vivir tu vida y con quién. Pero el drama de las elecciones es justamente ese... elegir. Elegir implica quedarte con una parte de algo y dejar escapar otra. Por lo tanto, perder, o dejar perder.
Crecer implica elegir. Elegir es crecer. Y crecer es asumir que vas a ir perdiendo cosas por el camino.
Pero tú tienes las cartas que necesitas para jugar y la opción a elegir con quién juegas la partida.
Al fin y al cabo, a veces, aunque muy pocas, cuando pierdes... puedes ganar algo.