26 de julio de 2010

SOBRE LAS DESPEDIDAS


- Toc, toc.

- Sí?

- Puedo...?

- Quién eres?

- No me conoces porque no ha dado tiempo... pero prometo confundirte para siempre. Prometo complicarte la vida y hacer que tus recuerdos parezcan ovillos de lana enredados. Juro desde ahora que apareceré en los momentos más inoportunos, cuando creas que he desaparecido, que me he esfumado. Prometo, además, que haré ver que te conozco desde y para siempre. Sacaré a la luz tus secretos más ocultos y te abanicaré con ellos. Te doy mi palabra que te convenceré día a día de que eres la única y que sólo tú me conoces de verdad. Te confiaré mis detalles más íntimos para que te sientas especial. Por último, prometo firmemente que cuando te haya convencido, desapareceré, para siempre.

- Hubiera sido un placer. Nunca se me han dado bien las despedidas... pero mira, contigo haré una excepción.

ADIÓS.

1 de julio de 2010

SUBIRSE AL BARCO O DEJARLO PASAR

En realidad creo que no somos tan diferentes. Las personas, quiero decir. De hecho, creo que sólo hay dos tipos de personas: los que se atreven y los que no. Y esto siempre ha sido así, desde que el mundo es mundo.
Hay esa clase de gente que lleva una vida que podríamos llamar contemplativa. Es decir, mira, observa, analiza y comenta. Pero hacer, no hace nada. Eso sí, se queja continuamente. Esa una manera de ver o hacer las cosas muy respetable y ojo, tiene sus ventajas. Como se limita a contemplar, no se la juega. Por tanto, ni pierde, ni sufre, ni fracasa. Sólo ve pasar un barco lleno de luces, de gente, de fiesta, de lujos. Y se repite una y otra vez lo afortunados que son aquellos que van a bordo y lo mal repartido que está el mundo. Que qué suerte. Y mientras, allí siguen sentados... mirando con nostalgia cómo se aleja el barco, cómo se apagan las luces y cómo la música es sólo un susurro. Allí siguen, serenos.


"Hay dos clases de personas: los que contemplan y los que se arriesgan"


Después hay otro tipo de personas. Unos seres extraños y en vías de extinción. Un pequeño colectivo que decide coger las riendas y no conformarse con mirar ese barco a lo lejos. Son los que ven pasar el barco y dicen: "yo quiero estar allí y voy a conseguirlo". Luchan y luchan porque tienen dos motivos enormes para hacerlo: una meta y una ilusión. Y corren por tierra detrás de ese barco las horas que haga falta. Y nadan las millas necesarias, con frío o calor, para llegar a su destino. Y quizás no lo consiguen, quizás fracasan. Pero seguro que no se sientan en la orilla, quejándose y lamentándose continuamente, mal diciendo su suerte. Seguro que no se quedan sentados, viendo cómo el barco se aleja y ellos continúan en tierra. Seguro que no se preguntan: "Y si lo hubiese intentado?"
Rhonda Byrne habla de "el secreto". El secreto, dice Byrne, es la ley de la atracción. Esta autora asegura que los pensamientos positivos atraen riqueza, salud, felicidad y relaciones. No sé si más allá de ser un libro de auto ayuda, tiene algo de cierto. Lo que sí es evidente es que todo sale mucho mejor con algo de optimismo, ganas e ilusión. Porque no hay nada que se consiga sin esfuerzo. Y si lo hay, no merece la pena.
¿Qué es la vida si no saltar obstáculos e intentar alcanzar metas?
Yo, como mínimo, elijo subirme a ese barco. Donde me lleve la marea...