14 de marzo de 2011

DESPRÉNDETE, CIERRA, OXIGENA...


Hoy un amigo con el que hacía mucho tiempo que no hablaba me ha dicho, totalmente destrozado, que su novia le ha dejado. Sin una explicación, sin un motivo aparente, "justo cuando íbamos a irnos a vivir juntos". También me ha dicho que no sabe qué hacer, que no se hace a la idea de estar sin ella y que, sin duda alguna, seguro que no podrá fijarse en otra chica.
Entonces me ha venido a la cabeza un texto de Paulo Coelho que leí hace tiempo y que habla de cerrar círculos (sí, ya sabéis que el tema de los círculos es bastante recurrente en este blog).
Pues bien, este texto, que precisamente se llama 'Cerrando círculos', dice así:

"Siempre es preciso saber cuándo se acaba una etapa de la vida. Si insistes en permanecer en ella más allá del tiempo necesario pierdes la alegría y el sentido del resto. Cerrando círculos, o cerrando puertas, o cerrando capítulos, como quieras llamarlo. Lo importante es poder cerrarlos y dejar ir momentos de la vida que se van clausurando. (...) No podemos estar en el presente añorando el pasado. Ni siquiera preguntándonos por qué. Lo que sucedió, sucedió, y hay que soltarlo, hay que desprenderse. No podemos ser niños eternos, ni adolescentes tardíos, ni empleados de empresas inexistentes, ni tener vínculos con quien no quiere estar vinculado a nosotros. (...) Por eso cierra, clausura, limpia, tira, oxigena, despréndete, sacúdete, suéltate".

Las personas no estamos preparadas para el 'adiós'. Esa es la conclusión final. Podemos debatir horas y horas acerca de esta cuestión, pero es una obviedad. ¿Por qué sino no somos capaces de 'desprender, dejar, soltar y oxigenar', como dice Coelho? ¿Y por qué tampoco podemos aceptar la muerte de un ser querido? Pues porque estamos hechos, pensados o diseñados para querer y pertencer. Y cuando ese vínculo, por un motivo y otro se rompe, nos sentimos desorientados, solos, vacíos. Sentimos que somos personas a medias. Que nos falta algo.
Por todo esto entiendo perfectamente una frase que he oído en más de una ocasión y cada vez más: "Me da miedo querer". Es normal. Cuando queremos nos volvemos completamente vulnerables y moldeables. La coraza qué tanto había costado de contruir y tejer de repente es una finísima capa de piel que con cualquier roce o arañazo se irrita y causa heridas.
Pero la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad es que no puedes obligar a alguien a estar y mucho menos a permanecer a tu lado. Es una decisión donde no hay 'peros'. No hay argumentación posible. Cuando alguien decide que es capaz de vivir una vida prescindiendo de todo lo que le aportabas tú, sólo te queda agachar la cabeza y retirarte a coser, poco a poco, una nueva coraza. Una más fuerte, tejida con lo aprendido y lo vivido, pero lo suficiente débil como para que la pueda destruir un nuevo amor. Cierra y clausura pero, con los primeros rayos del sol primaveral, sal al balcón y oxigena. Quizás con el buen tiempo no sea necesario cubrirse tanto.