9 de diciembre de 2010

CRECER ES PERDER


Cuando era pequeña y tenía miedo, solía meterme debajo de una manta y taparme completamente. Y una vez dentro, me gustaba comprobar que ninguna parte del cuerpo salía de la manta. Pies, brazos, nariz y frente. Todo bien tapado. Parecía que ahí abajo nada podía afectarme. Nada ni nadie podía entrar en ese pequeño mundo que acababa de crear.
Pero luego creces. Un día, de repente y sin previo aviso, has crecido. Y todas aquellas artimañas que te ingeniabas para huir de lo que te asustaba, molestaba o dolía, ya no tiene ningún sentido.
Todo parece más complicado. De hecho somos las personas las que nos volvemos más complicadas. Y lo que antes se solucionaba con un simple "volvemos a ser amigos?" ahora ya no es tan sencillo. De repente aparece algo que hasta entonces desconocías, llamado silencio. Y es raro. Pesa y hasta a ratos molesta. Cuando eres pequeño todo lo que te rodea es ruido, bullicio, gente, risas, juegos... Pero a medida que pasa el tiempo todo esto se sustituye por deberes, obligaciones y prisa. El reloj es tu mejor (o peor) aliado, ya que todo está milimetrado por él. ¿Recordáis a qué edad tuvisteis el primer reloj? Yo tuve el primero cuando tenía unos 7 años. Era un Flick-Flack de color rosa que mis padres me compraron en Andorra. Y por supuesto no fue por necesidad, sino por la ilusión que me hacía poder cantar las horas con ese reloj en mi muñeca. Parece mentira, porque por aquel entonces lo llevaba como un trofeo, como algo super importante que tenía que lucir como nadie. ¡Era mi primer reloj! Y ahora, no recuerdo la última vez que salí a la calle sin reloj.
El tiempo... el tiempo parece haberse propuesto ir más rápido a medida que pasan los años. Es increíble lo lentos que pasaban los días cuando estabas en el colegio, o en esas larguísimas tardes de verano en la piscina, en la playa, o tomando un helado. Parece que el universo se haya doblado sobre sí mismo y contínuamente se pase la misma película. Verano, primavera, otoño, invierno,verano,primavera,otoño,invierno, veranoprimaveraotoñoinvierno. Cada vez más rápido, a un ritmo casi vertiginoso.
Y entre tanta prisa, todos sacamos el tiempo de donde queremos o de donde buenamente podemos. Y eso implica elegir. Elegir cómo, cuando, dónde y con quién vas a invertir ese tiempo, que dicen que es oro, y que en breves instantes será pasado. Y esta no es una elección cualquiera como elegir qué ropa vas a ponerte o qué vas a preparar para comer. Significa cómo vas a vivir tu vida y con quién. Pero el drama de las elecciones es justamente ese... elegir. Elegir implica quedarte con una parte de algo y dejar escapar otra. Por lo tanto, perder, o dejar perder.
Crecer implica elegir. Elegir es crecer. Y crecer es asumir que vas a ir perdiendo cosas por el camino.
Pero tú tienes las cartas que necesitas para jugar y la opción a elegir con quién juegas la partida.
Al fin y al cabo, a veces, aunque muy pocas, cuando pierdes... puedes ganar algo.




4 de noviembre de 2010

NO SÓLO RESPIRAR

Hoy, no sé a cuento de qué, he tenido uno de esos momentos de auto-reflexión.
Cómo dije en la anterior entrada, es una época de movimientos, de cambio, de turbulencias, y todo está ocurriendo muy rápido. Incluso demasiado. Y cuando de una relativa tranquilidad se pasa a este contínuo vaivén, es normal que a una le asalten todas las dudas del mundo. Todos y cada uno de los campos que componen tu vida se vuelven enormes interrogantes con luces de neón.
Calla, me acabo de acordar. Ya sé a qué venía. Esta mañana, mientras me tomaba el café antes de ir a trabajar, hablaban en la televisión del caso de un chico que con 21 años se hizo una rinoplastia y, por una (presunta) negligencia médica, el muchacho ha estado otros 21 años en coma y ahora está en estado vegetativo. El caso es que yo tengo 22 años, y no puedo imaginarme lo que supondría entrar a una clínica con una vida, unas inquietudes, amigos, sueños, pareja, ilusiones, proyectos, preocupaciones... en fin, ese tipo de cosas que suponen tener una vida y vivirla. Porque son cosas muy distintas. Una cosa es tener una "vida", así, sustantivamente hablando, y otra cosa es "vivirla". Vivir es acción, es verbo, es hacer. Es una palabra que no entiende de subordinadas, ni de pasivismos.
Ya, ya me imagino. Pensaréis que esto no viene a cuento, y que es un tema demasiado serio como para "banarlizarlo" de esta manera. Pero mi intención está muy, muy lejos de eso.
Lo que intento decir es que no soporto la gente que se limita a conformarse con lo que tiene. A quejarse todo el tiempo por todo y sobretodo a no luchar.
Vivir es un deporte de riesgo. Tienes que picar a muchas puertas porque nunca sabes cuál se puede abrir detrás de la que acabas de cerrar. Tienes que probar muchos sabores porqué sólo así podrás decidir qué te gusta y qué no. Tienes que caerte, levantarte, y pensar qué puedes hacer para no volver a tropezar, como mínimo no con la misma piedra. En esta vida, que a veces tiene un sentido del humor un tanto curioso, puede fallar todo. Puedes perder el trabajo (si
es que llegas a tenerlo), puedes perder amigos que creías que nunca iban a fallarte. Incluso tu família puede darte la espalda en el peor de los casos. Todo, absolutamente todo, es susceptible de fallo. Pero quién no puede fallar nunca, eres tú contigo mismo. Es muy importante que hagas lo que hagas, cuando te mires al espejo reconozcas quién eres y no veas un extraño borrón al otro
lado. Tienes que ser y estar. Y todos esas cosas sólo son posibles viviendo, activamente, insistentemente. Cómo dijo Oscar Wilde, y creo que nunca he oído nada tan acertado como esto, “lo menos frecuente en esta vida es vivir, la mayoría de la gente existe, eso es todo”. Y sería muy triste, y muy grave a su vez, que a alguien le preguntaran ¿qué es lo mejor y lo peor que has hecho en tu vida? y sólo puediese responder que ha existido.
No se puede estar cansado de vivir, no lo entiendo. La vida es muy corta y a veces no sabes cuánto. De hecho nunca llegas a saberlo con certeza. Es un privilegio, aunque no lo hayamos ganado, que no todo el mundo tiene.
Parafraseando también a Risto Mejide: “con suerte vas a morir una vez, así que procura no morir más veces por el camino”.
Porque, desde luego, no sólo respirar... es VIVIR.

2 de noviembre de 2010

VIENTOS DE CAMBIO


No podía ocurrir de otro modo. Otra vez se cierra una etapa. Otra vez he girado el timón para cambiar de rumbo. Otra vez...
Pero con este frío es imposible tener alguna idea clara. Porque creo que en cualquier momento pueda venir una ventisca que lo desmonte todo, con riesgo de chubasco, que me haga perder los papeles, si es que en algún momento los he tenido.
Y resulta agotador, ¿sabéis? Me refiero a tener que tomar decisiones, algunas difíciles e incluso cruciales. Al fin y al cabo de eso se trata, ¿no? Tomar un camino u otro. Pero es que a veces no es tan sencillo...
Siempre he intentado guiarme por mis instintos, intuiciones, percepciones. Esa clase de detalles, pequeñas y diminutas señales imperceptibles para mucha gente, pero no para mí. Esa clase de cosas que sólo se ven cuando cierras los ojos.
Vivimos en un mundo lleno de etiquetas (médico, abogado, periodista, amigo, novio, vecino, compañero...) y no estamos acostumbrados a tener algo en nuestra vida que no sea susceptible de ser clasificado, enumerado, catalogado y debidamente ordenado. Y qué ocurre si alguien se salta esta norma? Qué pasa si alguien es quien quiere ser, y no quien debe ser, y se deja llevar? Qué pasaría si hiciésemos en cada momento lo que nos apeteciese, lo que nos latiese en cada ocasión, lo que no se puede o no es necesario explicar? Sería el caos.
Pero yo, como nunca he sido especialmente ordenada, y me entiendo perfectamente en mi desorden, decido girar el timón, probar un camino alternativo, a ver hacia dónde sopla el viento esta vez, a ver hasta donde me lleva.
Bienvenidos al caos. Mi caos.




PD: Como muestra de estos cambios que se avecinan, he hecho algunos cambios en el blog, entre ellos he puesto un contador! Así os sigo la pista a los que hacéis que este blog siga vivo, muchas gracias!









4 de octubre de 2010

PARA SIEMPRE DE MOMENTO


Apenas hace dos semanas que empezó el otoño y sin embargo parece que sea primavera, esa que dicen que la sangre altera. Esa misma que da picores, alergia, atontamiento generalizado y que incluso puede provocar algo llamado "trastorno afectivo estacional".
La cuestión es que esta primavera, la que aparece por sorpresa en el pleno otoño, amenaza con quedarse. Supongo que eso explicaría la alergia, dolor de cabeza, mareos y rechazo en general que hoy en día dan expresiones como "tener una relación", "para siempre", "ir en serio" y la madre de todas ellas: la palabra COMPROMISO.
Eso es justo lo que dice Zygmunt Bauman. Según este pensador "hay un tránsito de una modernidad «sólida» –estable, repetitiva– a una «líquida» –flexible, voluble– en la que las estructuras sociales ya no perduran el tiempo necesario para solidificarse y no sirven de marcos de referencia para los actos humanos. Hay pues, también, una renuncia al pensamiento y a la planificación a largo plazo: el olvido se presenta como condición del éxito.Este nuevo marco implica la fragmentación de las vidas, exige a los individuos que sean flexibles, que estén dispuestos a cambiar de tácticas, a abandonar compromisos y lealtades".



"Vivimos en un contínuo fluir, demomenteando"



Y esa falta de compromiso es aplicable a absolutamente todos los campos. Lo sólido da miedo. Lo fijo. Lo estable. Lo duradero. Ya lo dice el guionista Albert Espinosa, que "la única minusvalía es la emocional". Y qué verdad tan grande.
Vivimos en un contínuo fluir, demomenteando. Trabajar de lo que sea para, con suerte, llegar a los mil euros a fin de mes. Salir de fiesta, pagando copas a precio de botellas, para conseguir robar un beso, quizás dos. Pagar cantidades desorbitadas por pisos de treintaypocos metros cuadrados, eso sí, Ikea te lo decora monísimo a precio de coste. Estar con alguien hasta que se vaya la magia, o las ganas, o el apetito sexual, o el dinero, o todo junto, y que tal persona te recuerde el famoso 'carpe diem' y el odioso 'ya te lo dije'. Viajar aquí y allí, con compañías low cost, bueno, bonito y rápido. Que el tiempo vuela (y nunca mejor dicho). Vivir hoy como si no hubiese mañana.
Y entre tanta alergia a lo duradero e incluso definitivo a una le entran ganas de aferrarse a algo, lo que sea, a bajar de este barco que entre tanta ola empieza a dar mareo, a llegar a (buen)puerto y tocar tierra. A que suene el despertador un domingo por la mañana y tener a alguien al lado, sin resaca de un sábado demasiado largo y sin pegotes de rimmel. A cumplir años sin que dé pereza. A vivir, sí, pero todo a su tiempo. Que 'las cosas de palacio van despacio', dicen.
Será que soy una romántica, o una cabezona, o las dos cosas a la vez, pero es que me da una rabia terrible saber que cuando tengo algo, tarde o temprano lo perderé.
Ojalá hubiese más cosas que fuesen para siempre. O como mínimo que este 'de momento' durase un poco más...



Foto: Faro del Fin del Mundo, situado en Argentina. Julio Verne se inspiró en él para escribir su novela "El faro del fin del mundo". Os dejo un fragmento de la novela:


"Ya ves, buen mozo, que no estamos a bordo de un barco al que la borrasca zarandea; y si es un barco, está sólidamente anclado a la cola de América...
Convengo en que estos parajes no tienen nada de buenos; que la triste reputación de los mares del cabo de Hornos está bien justificada y que los naufragios menudean... Pero todo esto va a cambiar, Felipe: Aquí tienes la Isla de los Estados con su faro, que todos los huracanes no lograrían apagar. Los barcos lo verán a tiempo para rectificar su ruta, y guiándose por su claridad se librarán de caer en las rocas del cabo San Juan, de la punta Diegos o de la punta Fallows, aun en las noches más obscuras... Nosotros somos los encargados de mantener el fuego, y lo mantendremos...
La animación con que hablaba Vázquez no dejaba de reconfortar a su camarada, que acaso no miraba tan de color de rosa las largas semanas que había de pasar en aquella isla desierta, sin comunicación posible con sus semejantes, hasta el día que los tres fueran relevados. Para concluir, Vázquez añadió: —Ya ves, desde hace cuarenta años estoy recorriendo todos los mares del antiguo y nuevo continente, de grumete, de marinero, de patrón... Pues bien, ahora que ha llegado la edad del retiro, yo no podría desear cosa mejor que ser torrero de un faro: ¡y qué faro! ¡El faro del Fin del Mundo!".



2 de agosto de 2010

SOÑAR ES GRATIS


"Soñar es un proceso mental involuntario en el que se produce una reelaboración de informaciones almacenadas en la memoria, generalmente relacionadas con experiencias vividas por el soñante los días o meses anteriores . El soñar nos sumerge en una realidad virtual formada por imágenes, sonidos, pensamientos y/o sensaciones. Los recuerdos que se mantienen al despertar pueden ser simples (una imagen, un sonido, una idea, etc.) o muy elaborados. Los sueños más elaborados contienen escenas, personajes, escenarios y objetos. Se ha comprobado que puede haber sueños en cualquiera de las fases del dormir humano. Sin embargo, se recuerdan mejor los sueños y estos son más elaborados en la llamada fase MOR (Movimiento ocular rápido; en inglés, REM: Rapid Eye Movement), que tiene lugar en el último tramo del ciclo del sueño".

Eso dice 'Wikipedia' sobre soñar. Aunque para mí... siempre ha sido mucho más que eso.

El otro día terminé de leerme "Todo lo que podríamos haber sido tú y yo si no fueramos tú y yo" de Albert Espinosa y justamente hablabla de este tema.

Dormir, para mí, es morir un rato. Desconectar. Desaparecer. Pero soñar... soñar es mucho más que eso. Es romper con los límites espacio-temporales.

Cuando sueñas todo es posible. Puedes revivir momentos del pasado, visitar lugares insólitos e incluso estarcon gente que no has visto en la vida. Además, puedes hacer o decir cosas que conscientemente, estando despierta, no puedes o no debes.

Y a todo esto se suma el factor de la emoción: nunca puedes decidir qué o con quién soñar.

Aún así es cierto que no todo son 'sueños felices', también están las temidas 'pesadillas' que tanto nos atormentaban cuando éramos críos.

Pero soñar tiene algo que no tiene la vida real: que por muy horrible y angustioso que sea el sueño, es sólo eso... Como dijo el tal Calderón de la Barca "... y los sueños, sueños son".

Sólo teniendo en cuenta que también son los sueños los únicos que nos permiten recuperar por un ratito a los seres queridos que hemos perdido, ya merece la pena. Y mucho.

Soñar es gratis, sano y... NECESARIO.




26 de julio de 2010

SOBRE LAS DESPEDIDAS


- Toc, toc.

- Sí?

- Puedo...?

- Quién eres?

- No me conoces porque no ha dado tiempo... pero prometo confundirte para siempre. Prometo complicarte la vida y hacer que tus recuerdos parezcan ovillos de lana enredados. Juro desde ahora que apareceré en los momentos más inoportunos, cuando creas que he desaparecido, que me he esfumado. Prometo, además, que haré ver que te conozco desde y para siempre. Sacaré a la luz tus secretos más ocultos y te abanicaré con ellos. Te doy mi palabra que te convenceré día a día de que eres la única y que sólo tú me conoces de verdad. Te confiaré mis detalles más íntimos para que te sientas especial. Por último, prometo firmemente que cuando te haya convencido, desapareceré, para siempre.

- Hubiera sido un placer. Nunca se me han dado bien las despedidas... pero mira, contigo haré una excepción.

ADIÓS.

1 de julio de 2010

SUBIRSE AL BARCO O DEJARLO PASAR

En realidad creo que no somos tan diferentes. Las personas, quiero decir. De hecho, creo que sólo hay dos tipos de personas: los que se atreven y los que no. Y esto siempre ha sido así, desde que el mundo es mundo.
Hay esa clase de gente que lleva una vida que podríamos llamar contemplativa. Es decir, mira, observa, analiza y comenta. Pero hacer, no hace nada. Eso sí, se queja continuamente. Esa una manera de ver o hacer las cosas muy respetable y ojo, tiene sus ventajas. Como se limita a contemplar, no se la juega. Por tanto, ni pierde, ni sufre, ni fracasa. Sólo ve pasar un barco lleno de luces, de gente, de fiesta, de lujos. Y se repite una y otra vez lo afortunados que son aquellos que van a bordo y lo mal repartido que está el mundo. Que qué suerte. Y mientras, allí siguen sentados... mirando con nostalgia cómo se aleja el barco, cómo se apagan las luces y cómo la música es sólo un susurro. Allí siguen, serenos.


"Hay dos clases de personas: los que contemplan y los que se arriesgan"


Después hay otro tipo de personas. Unos seres extraños y en vías de extinción. Un pequeño colectivo que decide coger las riendas y no conformarse con mirar ese barco a lo lejos. Son los que ven pasar el barco y dicen: "yo quiero estar allí y voy a conseguirlo". Luchan y luchan porque tienen dos motivos enormes para hacerlo: una meta y una ilusión. Y corren por tierra detrás de ese barco las horas que haga falta. Y nadan las millas necesarias, con frío o calor, para llegar a su destino. Y quizás no lo consiguen, quizás fracasan. Pero seguro que no se sientan en la orilla, quejándose y lamentándose continuamente, mal diciendo su suerte. Seguro que no se quedan sentados, viendo cómo el barco se aleja y ellos continúan en tierra. Seguro que no se preguntan: "Y si lo hubiese intentado?"
Rhonda Byrne habla de "el secreto". El secreto, dice Byrne, es la ley de la atracción. Esta autora asegura que los pensamientos positivos atraen riqueza, salud, felicidad y relaciones. No sé si más allá de ser un libro de auto ayuda, tiene algo de cierto. Lo que sí es evidente es que todo sale mucho mejor con algo de optimismo, ganas e ilusión. Porque no hay nada que se consiga sin esfuerzo. Y si lo hay, no merece la pena.
¿Qué es la vida si no saltar obstáculos e intentar alcanzar metas?
Yo, como mínimo, elijo subirme a ese barco. Donde me lleve la marea...

16 de junio de 2010

SOBRE MIS CÍRCULOS


Últimamente estoy intentando sacar conclusiones. Pienso, recuerdo, recupero historias pasadas, y ahora creo que todo, de un modo u otro ha tenido sentido. Personas, momentos, situaciones y lugares... es curioso cómo cuando está pasando algo en tu vida, viviendo en tiempo presente, no valoras o no aprecias o no te das cuenta de las cosas pequeñas. En cambio, cuando este tiempo pasa de presente a pasado y te sientas y recapacitas, almacenas y haces el historial de recuerdos, aquello pequeño pasar a ser grandioso, importante e incluso, a veces, crucial en tu vida.

Al igual que Medem, pienso que la vida consiste en un conjunto de círculos que hay que ir cerrando. Y estos círculos son como las personas: nacen, crecen, se desarrollan y mueren. Y así debe ser. Porque cuando nos empeñamos en alargar un círculo que ya se ha cerrado o debería haberse cerrado, vivimos una utopía, algo falso, sin vida. En estos círculos el destino, azar, fatum o casualidades o como quieran llamarse, juegan un papel importantísimo.

Resulta increíble como algunas personas pasan de puntillas por nuestra vida, descalzos para no hacer ruido, con susurros para no acostumbrarte al tono de su voz. Y en cambio otras llegan pisando fuerte, haciendo todo el ruido de posible, te cogen la mano para que reconozcas el tacto de su piel y te atan con una cuerda invisibe de por vida. Las primeras te hacen ver que en el mundo hay distintos tipos de gente, pero tal y como entran, se van. Son los segundos los que me preocupan... porque son aquellos a los que con una mirada puedes y pueden decir todo, quienes hacen que te sientas vulnerable, son aquellos que aparecen en el momento y en el lugar preciso. Como por arte de magia.



"Querer alargar un círculo que ya se ha cerrado es querer revivir algo que ya ha muerto"



Eso, magia... Magia es lo que provocan estos fenómenos de casualidad o 'sincronicidad'. Según el pensador Carl Jung estas casualidades "se refieren a la unión de los acontecimientos interiores y exteriores de un modo que no se puede explicar pero que tiene sentido para el observador, es decir, ese tipo de eventos en nuestra vida que solemos achacar a la casualidad, a la suerte, o a la magia. Se trata de vivir el mayor tiempo posible en ese “fluir” que hace que la vida parezca una aventura permanente, un viaje de descubrimiento constante sobre uno mismo, sobre los demás y el universo. Decir sincronicidad es lo mismo que decir magia".

Pues eso es lo que estoy haciendo, entender que los recuerdos son, al fin y al cabo, algo que se ha perdido y que hay que superar. Y aceptando que las personas no se cruzan en tu vida porque sí, que todo tiene un por qué, aunque cueste tiempo averiguarlo y a veces sea demasiado tarde.

Me siento especial y afortunada por haber vivido tantos momentos y sobretodo tan intensos, de haberme sentido importante para alguna gente, de tantos pequeños grandes detalles, de tantas miradas, tantos gestos y de tantas otras cosas.

No es una despedida, es simplemente el cierre de una gran etapa. Si algunas de las cosas o personas con las que he vivido esta etapa se repite en círculos posteriores, es que fue auténtico. Si desaparece, es que no fue tan verdadero, ni tan único, ni tan real, ni tan... ni tan...

19 de mayo de 2010

A VECES


A veces quisiera encontrar la manera de detener el tiempo

A veces quisiera desaparecer

A veces quisiera aferrarme a algo con tanta fuerza que nunca se marchara

A veces quisiera no ser provisional

A veces quisiera encontrar lo que busco

A veces quisiera llenar vacíos

A veces quisiera volver a vivir alguno de mis mejores recuerdos

A veces quisiera estar en otro lugar

A veces quisiera ser necesaria

A veces quisiera saberlo todo

A veces quisiera no sentir

A veces quisiera no pensar

A veces quisiera tan sólo vivir

A veces quisiera confiar en mí

A veces quisiera confiar en ti

A veces quisiera encontrarle un sentido a todo

A veces quisiera que la casualidad existiera

A veces quisiera que los momentos no fueran líquidos

A veces quisiera que fueran eternos

A veces quisiera ser yo, con todo lo que eso implique

A veces quisiera buscarme

A veces quisiera encontrarme



Pero suerte que sólo es A VECES,

sólo a veces...

12 de mayo de 2010

COSAS QUE HACEN QUE LA VIDA VALGA LA PENA


El olor a café por la mañana


Una buena película


Mirar al cielo un día de luna llena


El sol en la nunca


La arena en los pies


Una ducha de agua caliente


Escuchar música a todo volumen


No usar el paraguas cuando llueve


Leer libros en los que te identificas


La poesía

El arco iris


Bañarte en agua fría


Un abrazo de mínimo 10 segundos


Los besos en la frente


Los mordiscos en la nariz


Una mirada profunda e intensa


La sensación de vértigo


Los susurros al oído


Las caricias


Buscar el lado frío de la cama


Una cerveza en una terraza


Que te digan 'te quiero'


Y decirlo tú


Hablar sin palabras


El césped en verano


Dibujar las constelaciones con el dedo


Un olor que te haga recordar a algo (o alguien)


Flotar en el agua


Los silencios


Los sueños


Tener y guardar un secreto


Callar a gritos


El mar

...

5 de mayo de 2010

CONOCER ES RECORDAR




Y a partir de aquí, se puede estar horas hablando sobre esto.


Qué somos si no nuestros recuerdos?


Somos lo que fuimos. Lo que hicimos ayer, anteayer, al otro, y al otro, y al otro...


Incluso somos lo que no hicimos. Lo que quisimos pero no pudimos. Lo que pudimos pero no quisimos.


Somos pequeñas heridas de guerra. Heridas que nos hicimos y que nos hicieron. Pequeños, medianos y grandes rasguños que a menudo intentamos tapar con un algo utópico llamado futuro. Pero claro, a veces son demasiado grandes, demasiado profundas, y nos falta gasa.


A los eternos defensores del carpe diem: qué es hoy, ahora, aquí? dónde está el punto de partida del presente? dónde empieza? en qué momento se pasa de ayer a hoy? Es imposible. Es una línea demasiado fina. Y discontinua. Y trasparente.


A los que dijeron "lo pasado, pasado está": lo pasado no pasa, cambia, evoluciona, se reinterpreta, pero pasar... no pasa.


Qué es el presente? Ni más ni menos que EL PASADO DEL FUTURO. Ahora, este preciso instante, el tiempo que (con suerte) estás utilizando leyendo estas letras, ya no es ahora. Unos pequeños intrusos llamados segundos, que cuando crecen y maduran se convierten en minutos y, más tarde, en horas, han saltado el muro. Ya está, zas, se esfumó.


Para comprender tenemos que dejar que el presente sea pasado. Es el precio que tenemos que pagar. Sí, a veces demasiado caro. El problema viene cuando algo, alguien, decide no marcharse, quedarse anclado en el aquí y el ahora, e impide que encuentres respuestas. Que todo sean interrogantes. Es imposible olvidar algo que se enquista, que se empeña en formar parte de nuestra vida.


Si se queda, si no se marcha, algo significa. Para bien o para mal. Si se marcha, no existe. O más aún, quizás nunca existió.


La memoria es un arma infalible, letal. No escoge los momentos arbitrariamente, escoge momentos de verdad.


Si tienes recuerdos, sean buenos o no tan buenos, puedes considerarte afortunado; has vivido momentos DE VERDAD. Y no todo el mundo se va a dormir cada noche pudiendo decir eso.


Existimos porque alguien, en algún lugar, de algún modo, nos recuerda.


Si lo recuerdas, existió y fue auténtico.


26 de abril de 2010

EL CAOS


Yo. Yo en medio de un inmenso desierto de arena. Estoy en el desierto pero tengo frío. Tengo frío pero el aire no corre. No hay nadie. Intento caminar pero me siento cansada. El cuerpo me pesa. Las manos me sudan. Tengo sed. A mi lado un reloj de arena. Me siento para descansar pero la arena me araña, me duele. De repente, nubes a los lejos. Nubes oscuras y espesas que se acercan a gran velocidad. Busco algo. Busco a alguien. De repente ojos que me miran y manos. Pero esas manos no me tocan. Ni siquiera me rozan. Sólo apuntan hacia mí con el dedo. De pronto desaparecen. Ahora veo huellas en la arena y corro siguiéndolas. Las huellas desaparecen a medida que avanzo. En medio de la nada, una puerta. Es azul. Primero me quedo mirándola pero decido abrirla. La abro y al otro lado no hay nada. La cruzo y encuentro algo: a mí.

Ya no estoy en un desierto. Estoy en la calle. Hay gente por todas partes. Coches, ruido, gritos. Colores y olores por todas partes. Palabras cruzadas. Silencios ahogados. Risas, llantos. Paseos. Semáforos. Ojos y manos. Pero esos ojos no me miran y las manos no me tocan. Ni siquiera para acariciarme. Las palabras tampoco me hablan y los silencios no me calman. Y sigo teniendo sed Pero ahora tengo agua y no me sacia.

Un agujero, negro y profundo. Crece, crece y crece. Cambia de forma cuando se le antoja y también desaparece de vez en cuando. Si desaparece, tropiezo y caigo dentro. Si está, crece y duele.

Un pincel mojado con pintura azul. Una pared blanca. Trazo cuatro líneas y un pomo. Dibujo una puerta. Ésa puerta. Aquella puerta que crucé. La abro y entro. Vuelvo al desierto, de nuevo. Vuelvo para recordar. Para desenterrar aquella pregunta. Para desenterrar la respuesta de una pregunta que no conozco.





Y cuando la encuentre... prometo volver.

7 de abril de 2010

PRONTO PARA TODO, TARDE PARA CAMBIAR


¿Crees que la gente cambia? Hace poco alguien me hizo esta pregunta... no, no es que quiera dar una respuesta a esto (ni mucho menos), más que nada porque tampoco sé si la hay. Así que mejor no arriesgarse. Pero la verdad es que es algo que he pensado más de una vez. En realidad creo que es algo que casi prácticamente todo el mundo se ha planteado en alguna ocasión, consciente o inconscientemente. Eres de los que no lo has pensado nunca? seguro? Imagina las siguientes situaciones:


Situación 1: Estás con tu pareja a la que por supuesto crees conocer a la perfección. Conoces sus manias, sus pequeños grandes detalles, sus inquietudes y, cómo no, también sabes cuales son sus defectos. De repente, un día cualquiera, ocurre algo. Empezáis a hablar y dices "no me esperaba esto de ti", "nunca lo hubiese imaginado", "no pensaba que fueses de esta manera" y un largo etcétera de mensaje similar.


Situación 2: Más de lo mismo pero con un/a amigo/a. Vuelve la retahila de reproches... "me has decepcionado", "hubiese puesto la mano en el fuego por ti" y blablabla.


En las dos situaciones está ocurriendo exactamente lo mismo. Esas expresiones de sorpresa sólo indican de una manera sutil que reconoces que no reconoces a esa persona por esa actuación o lo que aún es más duro de asumir, que quizás jamás conociste a esa persona.

En el fondo, simplemente se trata de eso. Quizás necesitamos pensar que la gente cambia (normalmente para mal) para no asumir que muy pocas veces llegamos a conocer a alguien como es realmente. Sin máscaras, sin compromisos y sin tapujos. Lo cierto es que resulta muy fácil decir "cómo ha cambiado X persona..." cuando realmente todos cambiamos. Lo que ya lo dicen... "sólo se ve la legaña en ojo ajeno".

No es malo cambiar. Al contrario, más bien creo que es necesario. Cambiar significa empezar y cerrar ciclos. Aprender. Crecer. Pero sobretodo avanzar.

Aunque más que cambiar diría que la gente matizamos. Sí. Me parece que la palabra "matizar" es más adecuada que no cambiar. Cambiar significa sustituir, reemplazar... es decir, en el fondo, hacer desaparecer algo y poner otro algo en su lugar. Y las personas no hacemos eso. Lo único que ocurre es que con el paso del tiempo agudizamos unos aspectos de nuestra forma de ser, y otros, en cambio, los suavizamos.

Aún así no entiendo por qué cuando decimos que alguien ha cambiado lo miramos como algo negativo. De hecho, haz algo: piensa en alguien que creas que conoces mucho y piensa en lo que más te molesta de él/ella, sus defectos. Ahora imagina que esa persona desaparece de tu vida. Qué es lo primero que echarías de menos? exacto, sus defectos.

En fin, que somos complicados por naturaleza.

Y como dice el dicho: "Quisimos cambiar el mundo y el mundo nos cambió a nosotros".

30 de marzo de 2010

UN CÍRCULO VICIOSO


Por círculo vicioso se pueden entender distintas cosas depende del momento. Pero si hay algo que presentan en común las distintas situaciones en que se puede dar este concepto, es que siempre resulta recíproco y repetitivo.

Pues bien, justamente es en ese maldito lugar donde he entrado y de donde es tan difícil salir. Odio esos días en que desde que te levantas todo te parece distinto, y no precisamente para bien. Ya para empezar, el simple hecho del sonido reiterativo del despertador, siempre con un sonidito irritante (a no ser que tengas la brillante idea de poner tu tema musical favorito, tema que acabarás odiando en un plazo de dos a tres días) ya hace que te levantes con el pie izquierdo. Te frotas un poco los ojos mientras te vas zarandeando hacia la cocina y te repites una y mil veces que "hoy va a ser un buen día", aunque sabes que con ese ritmo que llevas en el cuerpo, el tema está difícil. Llegas a la cocina con la esperanza de que "el momento café" no puede fallarte, y resulta que ni siquiera el mayor de tus vicios te parece bueno ese día. Todo esto sin contar que cuando consigues decidir qué ponerte (aviso para navegantes: es horrible pensar qué ropa vas a ponerte en un día de esos en que parece que lleves una nube negra como peineta) después de estar embobada media hora delante del armario, tu día fuera de las cuatro paredes que conforman tu casa, no mejora para nada. No te apetece hablar, ni andar, pero tampoco quedarte ni callarte.

¿Entonces... qué? La clave está en romper con estos círculos viciosos, porque como algunos vicios (soy de las que piensa que no todos) pueden resultar perjudiciales para la salud. En tu mano está asumir que el despertador suena cada día para indicarte que otro día empieza y que está en tu mano aprovecharlo o echarlo a perder, cambiar la sacarina por el azúcar en el café y hablar con la gente para darte cuenta que un día no es como empieza, sino cómo acaba. Y eso es justamente lo que voy a hacer.

¿Lo demás? Lo demás es "fatum"... lo que comunmente llamamos destino.

9 de febrero de 2010

SOBRE FINALES IMPOSIBLES


Como diría la madre o abuela de turno: "la niña nos ha salido rebelde". Pues sí, oye. Después de toda una vida bebiendo de los finales que nos ha vendido Disney, donde la princesa se casa con el príncipe azul y comen perdices para siempre, hoy me permito el lujo de proponer un final alternativo, que no tiene por qué ser feliz (ni tampoco triste).

Tengo que reconocer que no me gustan los finales edulcorados. Prefiero algunos aspectos más humanos: el riesgo. La duda. El ¿y por qué no? La inquietud...

Me encanta pasarme la vida planteandome la imposibilidad de lo que creo que en otro tiempo, otro momento u otro lugar hubiese podido ser posible. Pero, por cosas de, llámale destino, llámale lavidaquetehatocadovivir, estás justo en este tiempo, en este momento y en este lugar. Y, ni más ni menos que por todos estos factores, no es posible.

Pero... ¿nunca os ha pasado que os habéis planteado algo que en un momento determinado os parecía imposible y que, conforme ha ido pasando el tiempo, has ido consiguiendo? ¿no se le podría llamar a eso, entonces, alcanzar la posibilidad de lo imposible?

Parece que es justo en el momento en que algo te parece imposible o que alguien te dice que es imposible (prohibido, inalcanzale, sagrado, blablabla) cuando te resulta atractivo. Entonces te planteas la posibilidad de hacer posible aquello que consideras imposible. Aunque... en el momento en que la imposibilidad de hacer alguna cosa te muestra una sola posibilidad de romper las reglas, es ésa imposibilidad igual de atractiva?

Si juegas con fuego, puedes quemarte. Si te saltas las reglas del juego, corres el riesgo de ser expulsado. Toda acción conlleva un riesgo (llámale sanción). Pero eso no significa que sea imposible. Posible es. La cuestión está en si correr el riesgo de apostar, teniendo en cuenta que puedes perder. Siempre se trata de eso: perder o ganar.

Sí, me van los finales imposibles. O dí que simplemente me gusta complicarme la vida.