31 de diciembre de 2011

Feliz, gracias, más... por favor.

Este 2011 se resume en una sola palabra: cambios. Cambios, cambios y más cambios. El 2011 ha sido para mí como una montaña rusa, pero a lo bestia.

Ha tenido grandes subidas y bajones de vértigo. Podemos decir que ha sido mi bautizo laboral desde que acabé la carrera. Y no ha sido fácil... nada fácil.

Pero en todo momento si algo no me ha faltado es ilusión; ilusión por aprender, por ver más que mirar y por acumular experiencias y poder contarlas.

He tenido 5 trabajos distintos en un solo año: empecé en Teatralnet, donde aprendí lo que cuesta levantar un medio de comunicación con muchas ganas y pocos medios. Aprendí que, a veces, menos es más.

Mi trabajo en la revista lo alterné con el No són hores en Onda Cero y ahí descubrí la magia de la radio y todo lo que la envuelve. (Gracias por darme esa gran oportunidad, Marc y Carlos, después de esa vinieron todas las demás).

De allí pasé al Fem l'agost, también en Onda Cero. Con los 'agusteros' aprendí a hablar en directo y que a veces currar es sinónimo de pasarlo en grande.

Ahora, una vez a la semana hablo en El matí i la mare que el va parir, en Flaixbac, donde aterricé casi de casualidad y enseguida le cogí el gustillo de alargar la noche a ritmo de despertador y buen rollo.

Y todos los días (o más bien todas las noches) estoy en ABC Punto Radio haciendo el ornitorrinco. (Esta experiencia además ha supuesto un cambio considerable de horario). Con los ornitorrincos, además de aprender día a día, he conseguido algo impagable: una segunda familia. Amigos más que compañeros. Ladrones de sonrisas y carcajadas.

Otro gran cambio fuiste tú, que en marzo cambiaste de trabajo y de casa. Aún así, cada día te tengo más cerca. Valiente. Gracias por hacer que, a pesar de todo, nada cambie.

Y en cuanto a amigos y família ningún cambio y deseo que siga siendo así. Porque este capítulo de mi vida no puede ser más perfecto.

2012, por favor, complícame la vida igual o más que este 2011... Encontraré la manera de poner un poco de orden en tanto caos. Siempre lo hago. Y un GRACIAS enorme a todos los que, a pesar de la letra pequeña, me hacéis sentir tan inmensamente afortunada. Ahora sí... FELIZ 2012*

26 de septiembre de 2011

SOBRE SER O NO SER (IMPRESCINDIBLE)

Al final todo en la vida se resume en eso.
A la eterna duda de Hamlet ("Ser o no ser, esa es la cuestión") le faltaba una coletilla final. Una de esas palabras que pueden no significar nada o significarlo todo. Uno de esos motes o palabros que determinan el sentido de una frase. Y en este caso es, nada más y nada menos, que la palabra IMPRESCINDIBLE.
Normalmente no uso palabras con prefijos ni con negaciones al principio. No me gustan. Soy más de expresiones simples y directas. Pero esta palabra me parece especialmente curiosa. IM-PRESCINDIBLE. Si lo piensas... ¿cuántas cosas hay en tu vida que sean imprescindibles? Es decir, ¿de cuántas cosas serías incapaz de desprenderte, soltarlas y abandonarlas para siempre? Pocas, seguro que muy pocas. Porque vivimos y bebemos de la cultura del 'de momento' y del 'aquí y ahora'. Pero si incluso nos hemos inventado un concepto llamado 'obsolescencia programada' que hace referencia a la fabricación de objetos con un período de vida determinado. O sea, lo hago, construyo o fabrico y lo programo con fecha de caducidad, para que X día deje de funcionar y tenga que ser sustituido por otro. Comprar, usar y tirar. Y cambiar por otro. Y pagar de nuevo por ese "otro".
Y luego están las modas. Modas de todo tipo. Por ejemplo en la ropa: te compras un vestido estupendo y que encima te cuesta un dinero importante. Te lo pones, lo luces y piensas que has hecho una gran compra. Pero conforme pasa el tiempo se va quedando anticuado quedando al fondo del armario hasta que, cuando pasa la moda, lo tiras o lo das y los sustituyes por otro que, a su vez, también pasará de moda.
Con tantos y tantos inputs que apuntan que todo es temporal, que caduca y muere, y es sustituído por otro, parece imposible pensar que algo pueda ser imprescindible.
Pero yo a la duda de Hamlet le añadiría esta palabra. Y su pesada e inconclusa duda quedaría en "Ser o no ser IMPRESCINDIBLE, esa es la cuestión".
Porque si eres imprescindible en tu grupo de amigos y tu familia, te crea una sensación de bienestar, de autenticidad, de ser único e irrepetible y te sientes confortado. Especial.
Y si eres imprescindible en tu profesión, te valoran porque nadie es ni será capaz de hacer el trabajo que tú haces. O no del mismo modo. Y entonces te pagan (mucho) por ello.
Y si no lo eres, no pasa nada. Alguien ocupará tu lugar y se encargará de serlo. Al fin y al cabo, ¿qué es la vida si no una eterna lucha por conseguir ser imprescindible?

16 de agosto de 2011

A VECES TODO ES FÁCIL


Después de un (demasiado) largo silencio en el blog, hoy me he decidido a soltar unas cuantas palabrejas por aquí. Como quien coge una libreta en blanco, empiezo a dibujar algún que otro garabato y acaba escribiendo alguna frase, alguna nota a pie de página... algún soneto.
En realidad este blog es para mí esa libreta. Y hoy es de esos días en que me apetece trazar líneas indefinidas, cubos, monigotes... sin nada especial que decir. Bueno quizás sí. Quizás una cosa.
Y es que a veces todo parece tan fácil que da hasta rabia. Como manía. Parece mentira... Hay épocas en la vida que todo son curvas, todo es cuesta arriba y todo cuesta mucho (valga la redundancia). Y te cansas. De nadar a contracorriente, de llevar la contraria, de quejarte para nada y de empujar y ceder hasta que la cuerda se rompe. Y cuando más o menos te acostumbras a ello, llega un camino llano, sin piedras, sin frío, sin grandes esfuerzos. Todo acompaña el momento. La temperatura es perfecta, el sol te da en la nuca y sientes una sensación muy agradable. Y entras en un balanceo y te dejas llevar y te parece increíble que hace poco todo fuera tan complicado.
Y respiras y saboreas cada instante. Como si fuese el último. Como si fuese el único.
Y creo que es entonces cuando te das cuenta que ser feliz es fácil... incluso muy fácil. Pero aún así todavía me parece increíble ser tan afortunada. Que llegue la noche y repases el día con una sonrisa, porque realmente ha sido un muy buen día. Y al día siguiente te despiertes pensando 'hoy va a ser un buen día', y realmente lo acaba siendo.
A veces todo es tan fácil, tan, tan fácil... que tenemos que hacerlo todo difícil. Porque así, cuando después de las curvas llegas al camino apacible, bajas la ventanilla para que sople el aire en tu cara y te limitas a disfrutar del paisaje.

5 de julio de 2011

MIÉNTEME


Mentimos. Es un hecho. Mentimos todo el tiempo. Mentimos a los demás y nos mentimos a nosotros mismos. Incluso a veces no somos conscientes de que estamos mintiendo y, aún así, lo hacemos.
Mentir es sano. Inevitable... necesario. Necesitamos mentir de vez en cuando porque hay verdades que no estamos dispuestos a asumir. O simplemente aún no estamos preparados para asumirlas. Entonces, entretanto, mentimos.
A veces son pequeñas mentiras sin importancia. Pequeños parches para tapar pequeñas cuestiones que nos incomodan, molestan o inquietan. Y en vez de intentar enmendarlas, las cubrimos. Como el paleta que en vez de arreglar un destrozo hace una chapuza provisional, sobre la marcha y de momento.
Otras veces, en cambio, son mentiras grandes. Tan, tan grandes, que son escandalosas. Como un globo que hinchas a pleno pulmón y ves como cada vez es un poquito más grande. Y nunca es suficiente. Porque cada soplo de aire te hace pensar que el globo puede aguantar un poco más. Puede ser un poco más grande. Y vas soplando y soplando y el globo efectivamente se hace más grande. Y más grande. Y más grande. Y cuando crees que ya no puede hincharse más sólo temes una cosa: que te acabe explotando en la cara.
Pero vuelvo a la primera premisa: todos, absolutamente todos mentimos. O hemos mentido alguna vez en nuestra vida. O mentiremos en algún momento.
Así que asúmanlo, reconózcanlo y un consejo: Úsenlas con precaución. Y, en caso de duda, consulten a Pepito Grillo.

22 de junio de 2011

MOMENTOS

La vida se mide en momentos.

Pero, como todo en la vida, hay distintos tipos. Vivimos viviendo, sobre la marcha, sin grandes planes, aquí y ahora. El famoso carpe diem. Pero a veces, sólo algunas veces, un momento hace que se detenga el tiempo. Y te planteas cosas que hasta entonces ni habías valorado. Y planeas, piensas, imaginas. Y te sientes rara. Como si existieras a medias. Como si vivieras con una pierna, un brazo y un ojo. Como si te faltara algo imprescindible. Algo que nunca antes habías valorado porque tú desde que eres tú siempre lo has tenido. Y te entra vértigo y claustrofobia y toda esa clase de sensaciones que te entran cuando algo no funciona. Cuando algo agobia y angustia. Cuando sucede algo que no quieres para ti ni para nadie. Porque no es justo, porque no te lo mereces.

Y entonces miras la vida de otro modo. Como pasada por el photoshop, con algo menos de saturación y menos luminosidad. Apagada. Falta de color.

Y es entonces cuando caes en la cuenta que la vida es vida cuando se comparte. Cuando das sin necesidad de recibir. Cuando hay alguien ahí, siempre, aunque sea en la sombra. Y cuando ese alguien es imprescindible. Porque su silencio, su sonrisa, sus gestos y sus cosas insoportables son un pilar insustituible en tu vida. Porque los momentos, más tarde, son recuerdos. Y los recuerdos quedan gravados a fuego lento.

Y es justo en ese instante cuando te das cuenta que la vida, tu vida, se mide en instantes. En momentos. En situaciones y personas. Y que cuando vienen maldadas son sólo esas situaciones y los recuerdos borrosos que te quedan de ellas las que pueden salvarte la vida.

Porque hay momentos que son fugaces... y momentos que son eternos.

15 de junio de 2011

ECLIPSE


Hoy era día de eclipse lunar. De esos eclipses que en Catalunya sólo se pueden apreciar dos o tres veces al año. Hoy era el día y ahí nos has tenido a todos, mirando al cielo como tontos. Buscándote. Esperando que te dejaras ver. Que nos mostraras lo que eres capaz de hacer.
Pero nos olvidamos que 'eclipse' (del griego 'ekleipsis') significa desaparación y abandono.
Lo que sucede es que durante el eclipse la Tierra se sitúa entre el Sol y la Luna y esta última queda en la sombra, oscurecida. Y sí, desaparece. Y además esto sólo puede ocurrir cuando hay Luna Llena.
La luna en muchas culturas es símbolo de feminidad, ya que su ciclo, al igual que el nuestro, dura 28 días. Cuentan que la luna llena puede afectar a la conducta humana y a algunos efectos de la naturaleza. En las noches de luna llena sube la marea, puede provocar insomnio, trastornos hormonales, depresión, hiperactividad... Incluso hay quien asegura que las noches de luna llena se cometen más asesinatos.
Si yo conozco todos estos datos... Ella también. Y claro. Yo lo entiendo. Ella todo el año ahí arriba, tan sola, saliendo cada noche día tras día y nosotros vamos y sólo nos acordamos de ella cuando hay luna llena (que es tan sólo una vez al mes) o cuando hay un eclipse (todavía menos).
Como buen símbolo de la mujer es pícara y orgullosa. Y hoy, día de eclipse, se ha dejado ver más bien poco. Pero no pasa nada, porque yo intento disfrutar cada día un poquito de ti y cuando vuelvo a casa siempre miro hacia arriba y a los lados buscándote, intentando adivinar por dónde te habrá dado por salir.
Hoy nos has tenido a todos un buen rato mirando al cielo y mucha gente no ha podido verte.
Y creo que a lo lejos escucho cómo te ríes...
Buenas noches, coqueta.


13 de junio de 2011

SI NO EXISTIERAS


Si no existieras inventaría las conversaciones en el coche, los silencios que lo dicen todo, las cervezas en una terraza.
Inventaría también las miradas, los abrazos, los besos en la nariz y los pies fríos.
Inventaría, al fin y al cabo, lo que eres y lo que has conseguido que yo sea.
Porque si no existieras... yo te inventaría.

18 de mayo de 2011

ABRE LA PUERTA


Siempre me han fascinado las puertas. A parte de por la obviedad que supone pensar que una puerta es algo que te separa de un espacio a otro, me inquietan porque creo que a las personas se nos podría definir con distintos tipos de puertas. Me explico. Cuando era pequeña me hicieron un juego de estos que tienen un supuesto trasfondo psicológico en el que me tenía que imaginar una puerta. Y desde el primer segundo tuve clarísimo su apariencia, como si la tuviese delante, oye. Era grande, es decir, alta y ancha, de madera envejecida y de un color azul muy intenso.
Entonces la persona me dijo que la imagen de la puerta que yo había proyectado en mi mente, era cómo yo me veía por dentro; si me la había imaginado de madera era porque me veía como una persona sencilla, sin pretensiones y humilde. Y el color azul, asociado a la frescura, la mente, la tranquilidad... y al signo de piscis, que es el mío.
Todo este rollo simplemente es un pretexto para volver a la obviedad número uno: una puerta abre otra puerta. Pero es que hay gente que se lamenta contínuamente de que la puerta no se abre, que no hay manera, que está totalmente blindada. Y entonces me viene la obviedad número dos: la personas a veces nos comportamos como puertas, pero viejas, carcomidas y oxidadas.
El primer paso para encontrar una puerta que te abra otra, y otra, y así sucesivamente es buscarla. Y el segundo, como dice la conocida frase, "hay dos palabras que te abrirán muchas puertas en la vida: tire y empuje". Pero levántate, muévete y empuja. Sobretodo empuja.
Y hablando de esto, hay gente que se pasa la vida buscando una puerta y otros, en cambio, viven rodeados de ellas. Como a la Caótica Ana de Julio Medem, que su vida era un conjunto de puertas entreabiertas. Y eso sí que es un drama. Las puertas, de toda la vida, o abiertas o cerradas. Que no os pase como a ella, que sus puertas hacían que estuviese a caballo entre su vida presente y todas sus vidas anteriores. Tú, que sólo tienes una, la de hoy y la de ahora, abre la puerta de par en par. A ver qué pasa.




14 de abril de 2011

QUIERO SER GUIRI


Quiero ser guiri.
Cambiar de calles, de aires, de gente. Quiero maravillarme de algo o de todo. Abrir bien los ojos y admirar las cosas como se hace cuando ves algo por primera vez. Eso también lo quiero. Quiero sensaciones primarias. Hormigueos en las manos, mariposas en el estómago.
También me gustaría quitarme el reloj y no mirarlo mientras dure el viaje. Quiero perderme en el paisaje. Tumbarme y notar el sol en la cara. El olor a hierba recién cortada. El olor a café por la mañana.
Ni un cláxon, ni un 'es urgente', ni un grito.
Sólo el destino elegido y yo, mano a mano.
Quiero comer a las cuatro y cenar a las 12. Quiero irme a dormir cuando amanezca y que me duelan los pies de bailar. Quiero quedarme sin voz. Aprender un idioma nuevo. Perderme.
















Y encontrarme.

6 de abril de 2011

COMO UN PUZZLE QUE NO ENCAJA


O como una brújula sin norte, un mensaje en una botella o un pajar sin aguja.
No encaja, no cuadra. Te esfuerzas, pero es imposible. No es así como te lo imaginabas, no, de ningún modo.
Y pasan los días y te repites una y otra vez que mañana lo verás todo de otro color. Que 'esto también pasará'. Y pasa, pero no cambia. Si acaso coge un aspecto más gris, triste, falto de color.
Y te repites que no es así como tú eres, ni tu manera de ver la vida, la gente, el mundo. Pero aguantas. Respiras, suspiras y aguantas. Entornas los ojos hacia arriba y tiras la cabeza un poco hacia atrás, como para coger fuerzas, como para echar a correr. Pero no corres, ni siquiera andas. Te quedas en esa misma baldosa, justo entre aquello que separa lo que eres y lo que podrías llegar a ser.
Y entonces te haces la pregunta: "Merezco esto? Esto es lo que buscaba? Esto es lo que quiero para mí?" Y la respuesta siempre es la misma: NO. Un NO rotundo. Seco. Breve. Un NO mudo, nulo, ciego y sordo. Un NO que nunca llegas a pronunciar.
Y pasan los días y te vas haciendo pequeña, frágil, débil... y te enfadas. Porque no te cuadra. Porque podría ser de otra manera y no lo es. Porque con cada rayo de Sol pones todo tu empeño en que las cosas sean algo diferentes. Y el resultado es siempre el mismo. Nada. Nada. Nada...
Y entre suspiro y suspiro te vuelves a preguntar una vez más: Cuánto se puede tensar la cuerda, la paciencia, el ánimo? Y te das cuenta que no se puede tensar más, que en cualquier momento puede romperse. Y entonces recuerdas cómo eras antes, cómo te veías y cómo veías el mundo. Las calles, la gente. Y no era así. Y decides decir NO, pero esta vez bien alto y rotundo. Y decides que si el puzzle no encaja es porque, quizás debes cambiar de juego. Porque si hasta ahora no has encontrado la pieza que te falta, probablemente no la encuentres ya. Almenos no aquí. Almenos no así. Porque cuando algo no encaja, sólo tú puedes hacer que las cosas cambien.
El Sol ya tiene suficiente trabajo con salir cada mañana...

14 de marzo de 2011

DESPRÉNDETE, CIERRA, OXIGENA...


Hoy un amigo con el que hacía mucho tiempo que no hablaba me ha dicho, totalmente destrozado, que su novia le ha dejado. Sin una explicación, sin un motivo aparente, "justo cuando íbamos a irnos a vivir juntos". También me ha dicho que no sabe qué hacer, que no se hace a la idea de estar sin ella y que, sin duda alguna, seguro que no podrá fijarse en otra chica.
Entonces me ha venido a la cabeza un texto de Paulo Coelho que leí hace tiempo y que habla de cerrar círculos (sí, ya sabéis que el tema de los círculos es bastante recurrente en este blog).
Pues bien, este texto, que precisamente se llama 'Cerrando círculos', dice así:

"Siempre es preciso saber cuándo se acaba una etapa de la vida. Si insistes en permanecer en ella más allá del tiempo necesario pierdes la alegría y el sentido del resto. Cerrando círculos, o cerrando puertas, o cerrando capítulos, como quieras llamarlo. Lo importante es poder cerrarlos y dejar ir momentos de la vida que se van clausurando. (...) No podemos estar en el presente añorando el pasado. Ni siquiera preguntándonos por qué. Lo que sucedió, sucedió, y hay que soltarlo, hay que desprenderse. No podemos ser niños eternos, ni adolescentes tardíos, ni empleados de empresas inexistentes, ni tener vínculos con quien no quiere estar vinculado a nosotros. (...) Por eso cierra, clausura, limpia, tira, oxigena, despréndete, sacúdete, suéltate".

Las personas no estamos preparadas para el 'adiós'. Esa es la conclusión final. Podemos debatir horas y horas acerca de esta cuestión, pero es una obviedad. ¿Por qué sino no somos capaces de 'desprender, dejar, soltar y oxigenar', como dice Coelho? ¿Y por qué tampoco podemos aceptar la muerte de un ser querido? Pues porque estamos hechos, pensados o diseñados para querer y pertencer. Y cuando ese vínculo, por un motivo y otro se rompe, nos sentimos desorientados, solos, vacíos. Sentimos que somos personas a medias. Que nos falta algo.
Por todo esto entiendo perfectamente una frase que he oído en más de una ocasión y cada vez más: "Me da miedo querer". Es normal. Cuando queremos nos volvemos completamente vulnerables y moldeables. La coraza qué tanto había costado de contruir y tejer de repente es una finísima capa de piel que con cualquier roce o arañazo se irrita y causa heridas.
Pero la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad es que no puedes obligar a alguien a estar y mucho menos a permanecer a tu lado. Es una decisión donde no hay 'peros'. No hay argumentación posible. Cuando alguien decide que es capaz de vivir una vida prescindiendo de todo lo que le aportabas tú, sólo te queda agachar la cabeza y retirarte a coser, poco a poco, una nueva coraza. Una más fuerte, tejida con lo aprendido y lo vivido, pero lo suficiente débil como para que la pueda destruir un nuevo amor. Cierra y clausura pero, con los primeros rayos del sol primaveral, sal al balcón y oxigena. Quizás con el buen tiempo no sea necesario cubrirse tanto.

17 de febrero de 2011

? ! ( ) ...


Odio cuando la vida, mi vida, puede explicarse con signos de puntuación.
Qué simple, no? Qué corto, breve, conciso.
Para que luego digan que la vida es complicada o que explicar de qué va esto de vivir es difícil.
Hay momentos que no sabes exactamente hacia dónde va tu vida, tu historia o eso que pensabas que estabas construyendo, día a día, minuto a minuto. A esos les llamo los momentos interrogante. No sabes nada. Ni quieres saberlo. Todo te lleva hacia una pregunta que dará lugar a otras preguntas que se van ramificando y creciendo. Incluso enredándose a veces.
En cambio hay otros momentos en qué todo va deprisa, a 180km por hora, sin frenos y sin embrague. Sólo acelerador. Es el momento de las sensaciones, emociones, experiencias, aventuras. Los para mí llamados momentos exclamación.
Pero luego hay dos momentos que son terribles. Más difusos y complicados.
El primero se da cuando divagas. Fluyes sin saber muy bien por qué ni hacia dónde vas. Pero vas haciendo. Crees que tienes una meta pero no lo tienes claro. Es como una etapa de transición entre otros dos momentos. Son los momentos paréntesis. Un conjunto de ratos de reflexión e introspección. Un viaje a ninguna parte.
Y el último es el más ambiguo. Los puntos suspensivos. Eso sí que es complicado. Porque ni es, ni deja de ser. Se supone que es la continuación de algo que por el momento no puede ser puntuado con una coma o un punto y seguido. Es una puerta abierta a la incertidumbre. Al 'ya se verá'. Al 'dejemos que lo decida el tiempo'. Pero es que a veces el tiempo es muy cruel. Por eso no me fio nada de los puntos suspensivos. Porque es jugártelo todo a un 50% de posibilidades. Aunque imagino que de eso va la vida. De jugártela y, a veces, de arriesgarlo todo a una sola carta.
Aunque da miedo. Da mucho miedo pensar que detrás de esos puntos suspensivos dubitativos pueda llegar la madre de todos ellos, el más temido, cruel y doloroso: el punto y final.
Pero siempre me ha traído suerte el 3. Para mí es un número mágico. Así que seguiré apostando por él. Y por mí. Y por que estos puntos suspensivos sean, muy pronto un punto... y seguido.

14 de febrero de 2011

LUGARES


Creo que uno de los placeres más grandes desde que el mundo es mundo es observar. De hecho, es algo que hacemos continuamente, a veces sin querer, otras intencionadamente. ¿Cuántas veces hemos observado alguna escena (en el metro, por ejemplo) y hemos reconstruido la escena mentalmente? "Claro, ella está triste porque él es un cabrón que seguro que la trata fatal y ahora le está pidiendo perdón y luego ella le perdonará y se reconciliarán y blablabla". Sí, definitivamente el metro es uno de esos lugares donde se puede observar y, ojo, ser observado. Porque también se ha dado el caso de estar sentado en el metro, y la persona que está justo delante tuyo te está mirando pero justo cuando le miras tú aparta rápidamente la mirada. Pero no nos engañemos, cuando vuelvas a girarte volverá a mirar.
Después está otro lugar, a mi entender bastante distinto, que es el ascensor. Aquí la historia cambia. Al ser mucho más estrecho el espacio compartido las miradas no se cruzan. Sino todo lo contrario. De hecho, normalmente las miradas sólo se cruzarán dos veces y por educación: con el 'hola' y con el 'adiós'. El resto del 'trayecto' se buscan puntos muertos de visión como la pared del ascensor, el techo, o directamente dando la espalda al vecino y mirando de frente la puerte, como quien quiere huir a toda prisa.
También están los parques, avenidas, ramblas y otros espacios donde la gente, se mira pero no se ve. Todos van más a su aire, sin prestar excesiva atención a lo que ocurre alrededor. Se trata de un momento de desconexión.
Todo esto son lugares, o lugarillos, así en pequeño y en minúsculas.
Pero luego están los LUGARES, sitios donde ocurren muchas cosas y muy distintas a la vez. Se dan distintas situaciones que provocan una mezcla entre pena, cariño, ternura, nostalgia... Esos sitios, para mí, son los aeropuertos.
No sé si es por el hecho de que sea 'tierra de nadie', o por la mezcla de idas y venidas, pero a mí el aeropuerto es un sitio que siempre me ha fascinado. Es más, me gusta ir a acompañar a alguien porque si eres tú quien te vas te pierdes la esencia de los momentos. Me gusta pedir un café con leche caliente y sentarme en la barra de cualquier bar donde se vea bien todo.
A mi derecha, una niña de unos 5 años llora desconsoladamente a 10 metros, dos ancianos dicen adiós con la mano y le tiran besos.
Y a mi izquierda, una chica que lleva una maleta enorme va algo perdida, como buscando algo o alguien. De repente, se para, deja caer la maleta al suelo y aparece un chico que corre desesperadamente hacia ella. Y se besan. En uno de esos que duran más de un minuto. Uno de esos que son de verdad. Y sonrío. Y ellos se miran, y también sonríen.

Feliz día del amor, aunque éste debiera ser todos los días.

1 de febrero de 2011

ECHAR DE MENOS


De repente me doy cuenta de que todo se ennublece y que el ruido se va diluyendo.
Hay gente que está hablando pero no entiendo lo que dicen, no sé de qué hablan, pero tampoco me importa.
No sé exactamente cuánto rato hace que no pestañeo ni dónde estoy mirando. Supongo que ni aquí ni allá, al infinito. Miro pero tampoco veo. Estoy aquí pero, en realidad, estoy en otra parte. En otro tiempo. Con otra gente. Ni siquiera yo soy la que soy ahora.
Algo me ha transportado a ayer, anteayer o quizás algunos años atrás. Y entonces empiezo a sentir un cosquilleo en el estómago que me sube por las costillas y llega hasta el cuello para acabar cogiendo forma de nudo, lazo o enredadera. Las manos y los pies se me adormecen con un desagradable hormigueo. Y mi respiración cada vez es más lenta.
Es curioso recordar y echar de menos, ¿verdad? Parecen dos cosas distintas pero, al fin y al cabo, las dos tienen algo en común: la pérdida. Pérdida de familia, amigos, pareja, casa, trabajo...
Pero no tiene porque ser algo negativo. Es algo, por decirlo de alguna manera, agridulce.
No es nada fácil echar de menos, porque es asumir que en tu vida falta algo que en su día fue muy importante.
No me lo había planteado nunca pero aunque echar de menos y recordar, en mi opinión, vayan unidos, creo que uno es primero que el otro.
Yo creo que primero recuerdas algo o a alguien y, en el momento de recordarlo, si caes en la cuenta de que ya no tienes ese algo o alguien en tu vida, es en ese preciso instante cuando empiezas a echar de menos. Es como un proceso en cadena o algo así.
Pero hay muchas formas distintas de echar de menos y algunas son muy complicadas.
Para mí, una de las formas más difíciles de echar de menos es la que se acerca a lo que llamamos nostalgia. Y, como decía, normalmente echamos de menos o tenemos nostalgia de cosas que hemos tenido o nos han pasado pero ahora, por diferentes motivos, ya no tenemos.
Pero ¿y cuando echas de menos algo que jamás has tenido y que, seguramente, nunca jamás vayas a tener? Lo sabes, eres consciente, pero aún así lo echas de menos. Supongo que esto está más cerca del 'quiero y no puedo' o el 'debo pero no quiero' que de la nostalgia. La nostalgia creo que siempre implica pertinencia.
Pero sucede que a veces, por algun motivo echas de menos algo que no deberías, porque nunca lo has tenido. Y si nunca lo has tenido deberías echarlo de más.
- Oye! En qué piensas?
- Estaba echando de menos... a mi manera.

10 de enero de 2011

SÓLO PALABRAS


Cuántas podemos llegar a decir al día?
Cuántas recibimos, mandamos, cambiamos o vendemos?
Qué son o para qué sirven, realmente?
La RAE (Real Academia Española) propone algunas definiciones como "segmento del discurso unificado habitualmente por el acento, el significado y pausas potenciales inicial y final", "Representación gráfica de la palabra hablada"o "promesa u oferta". Luego añade algunas acepciones como palabras (buenas), palabras (medias), palabra (clave), palabra (de honor) o palabra (mágica). Creo que de todas, con la que más de acuerdo estoy es con lo de "mágica".
Las palabras definen, otorgan, crean, señalan, deducen, insinúan, hieren, ruborizan, alegran. ¿Cuántas cosas conocéis que sean capaces de hacer todo esto?
Las palabras nos marcan casi casi desde que llegamos al mundo. Retroceded en el tiempo y acordaos de cuando erais pequeños, unos bebés. O imaginad uno cualquiera. Escuchad esos jadeos, llantos y ruiditos. Eran intentos de decir alguna palabra.
Ahora avanzad un poco, no demasiado. Vuestra primera palabra. Probablemente, como la mayoría, fuese papa o mama. ¡Qué descubrimiento! Puedes dirigirte a alguien y ese alguien te corresponde, te contesta, te entiende!!!!
Luego viene la época de la curiosidad. El descubrimiento de una palabra genial que nos gusta mucho a más de uno: POR QUÉ. Mi madre siempre me cuenta que un día, cuándo era pequeña, me dió por preguntar a todo lo que me decía el por qué. Mi madre empezó a argumentármelo todo: - "Pues porque primero fui allí, luego más allá..." - "Y por qué?" "Porque tenía que ir al mercado..." - "Y por qué?" Y así estuve un buen rato. Hasta que mi madre se cansó de tener respuesta para todo y que ninguna fuese suficiente y respondió: "Porque sí!" A lo que yo repliqué con cara de asombro: "Ah". (Esto era sólo una anécdota)
Conforme van pasando los años, vas descubriendo más palabras. Además, es curioso, porque se podría definir cada etapa de tu vida con una, o como mucho dos palabras.
Por ejemplo, a los cuatro, cinco o 6 años, todos descubrimos una palabra terrible: "No". La misma que nos hemos cansado de oír cuando preguntábamos "Puedo esto, puedo lo otro?", "puedo ir a casa de tal amiga?". Siempre era la misma respuesta. En cambio, es curioso, porque cuando te haces mayor, (será por la rabia que le cogimos de pequeños) nos cuesta un mundo decir esa palabreja.
Luego, no hace falta decirlo, llegaran palabras tan complicadas como amistad, amor, relaciones, trabajo, responsabilidad, deberes, envidia, pereza, odio...
Sí, sé que me estoy dejando el famoso "te quiero". Pero resulta que el otro día escuché una frase que me hizo recapacitar muchísimo. Es de una película: Desmontando a Harry. Lo que se dice en un momento del film es "las dos palabras más bonitas que te pueden decir no son te quiero, sino es benigno".
Lo que pretendía decir, por si al final me he ido por la ramas (como suele pasarme) es que a veces olvidamos el valor de las cosas porque estamos acostumbrados a verlas, tocarlas, olerlas o en este caso, oírlas.
Sí, normalmente son sólo palabras. Pero a veces, sólo a veces, esas palabras pueden cambiarte la vida.

2 de enero de 2011

AHORA


Suena el despertador. Es la hora de levantarse. Desperézate, ponte en pie y hazte un café. No lo oyes? No lo ves? Ha empezado un nuevo día. Date prisa. No hay tiempo que perder.
Pégate un ducha rápida, ponte la ropa que más te guste, esa que normalmente dejas para ocasiones especiales. Mírate al espejo y di en voz alta "buenos días". Y que todos te oigan.
Cuando salgas a la calle sonríe, sonríe tanto que todos se pregunten el por qué. Sonríe incluso más fuerte cuando parezca que se avecina una tormenta. Ponle tú una nota de color. Salta encima de los charcos, no saques el paraguas, es sólo agua. Y cuando llegue la noche cálzate tus mejores tacones, para que suenen tus pasos, uno detrás de otro. Y pisa con fuerza. Que se oiga.
Hoy es un día único e irrepetible que no se volverá a repetir. Y yo soy una privilegiada por estar aquí y poder compartirlo. Es el momento de vivir. Y ese momento empieza aquí. Ahora. No después, no en un rato, no mañana. AHORA.
Bienvenidos al lado optimista de la vida. Bienvenidos al mundo. Y gracias. Por todo.
Aquí están mis propósitos para el 11.
Y vosotros... ¿Cómo empezaréis el año?