Pasa pocas veces, de vez en cuando. Y sólo unos pocos son (somos) capaces de identificar este tipo de momentos. En adelante los llamaré 'momentos auténticos'. Aislados, alejados del bullicio urbano, de las prisas y los gritos. Demomenteamos absorbidos por la rutina más autómatica y sistemática. Despertar, trabajar, desayunar, comer y cenar. No importa el orden. Pero siempre lo mismo. Las mismas caras, los mismos horarios, las mismas costumbres. Y cada día coges un poco más de aire y te vas hinchando como un globo. Respiras pero te ahogas. Entre tanta prisa necesitas parar un momento. Sólo un momento para ver las cosas con distancia. Y cuando consigues parar, en otro sitio y a otra hora, marea. Demasiada información con demasiado poco tiempo para analizarla.
No sabes por qué pero sientes la necesidad de andar y cruzarte con gente nueva. Andar, pasear sin rumbo y encontrarte con gente nueva. Caras nuevas. Miradas nuevas que te vean por primera y, quizás, última vez. Y de repente, sin previo aviso, sucede. Una sonrisa, un gesto de alguien totalmente gratuito. Sin pretensiones. Sin esperar nada a cambio. Hay pocas sensaciones mejores que esa... Y tu mente hace 'click' y guarda ese momento para siempre. En ese bolsillo mental que guarda todas las cosas buenas que hace falta ir sacando poco a poco cuando vienen mal dadas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario